Mi relación personal con el cine


Siempre me ha gustado compartir mis intereses en la web y en las redes sociales. La razón es debido a que estos pueden expresar muy bien la manera en la que pienso, mis valores, convicciones, e incluso las ideologías y corrientes de pensamiento en las que creo. En otras palabras, el cine es una parte de mi. Me pregunté hace años cuál sería la mejor forma de distribuir esa pasión que tenía y llegué a la conclusión de que un blog era una gran oportunidad de hacerlo al ser personal y serio a la vez. Me di cuenta de que era posible procurar esa concientización social y política que estaba buscando ya que un blog puede ser de carácter informativo y tiene el potencial de incentivar la reflexión de una manera más personal. En definitiva, mostrar nuestras evoluciones y revoluciones como los seres complejos-cambiantes que somos.


Para mí es, además, como si el lector pudiera penetrar una puerta íntima que el propio escritor ha facilitado. Así, si tuviera que definir cuál fue la motivación inicial (y principal hasta la fecha) que tuve para empezar a escribir este blog, me terminaría topando con el que es mi life motto también: 


“Crear y compartir historias que valen la pena contar.”


Y en el intento, contarse a sí mismo.










Es cierto, un blog es un gran medio para empezar a construir y expresar una identidad digital al igual que ir encontrando poco a poco un estilo personalizado que los lectores puedan encontrar fresco y único. No solamente en el contenido, sino en la forma de expresar ese contenido. Me queda claro que el blog no tiene fines meramente periodísticos ni autobiográficos, pero como periodista sí puedo afirmar que es el recurso que más me ha gustado hasta ahora para ejercer y poner en práctica lo que amo hacer: escribir. Y si me preguntan, un espacio cómodo y seguro donde pueda explorar mi creatividad al máximo. Desde un blog enfocado especialmente a la cultura literaria y el teatro, como otro dedicado al extenso mundo del cine con diversas propuestas de contenido y tecnologías. Empezando con análisis cinematográficos de cintas clásicas, hasta tops que buscan sensibilizar sobre diferentes temas que nos competen. Me enfocaré en profundizar sobre este último, el cual decidí llamar El Ojo Cinéfilo.



El cine trata de la más antigua de las tecnologías audiovisuales cuya popularidad ha perdurado y crecido exponencialmente a lo largo del tiempo. Así, lo que me cautiva desde tiempos remotos, es su inmensa capacidad de representar de maneras tan diferentes, temas que para una persona común podrían resultar complicados, existenciales, incómodos, bizarros o incluso “innecesarios”. Para el buen cine, lo más simple es complicarlo todo. Sobre todo, con temas que damos por hecho. Por poner algunos ejemplos de los temas que se tocan en El Ojo Cinéfilo se encuentran el amor, nuestro propósito, y la propia naturaleza humana explorando rincones interesantes y alcanzando límites inhabituales. Todo esto por medio de la apreciación de las herramientas que tienen los cinematógrafos al alcance con la finalidad de hacer lo mismo, pero de maneras diferentes. Desde las actuaciones hasta la música, acompañada de los colores, planos, simbolismos, o animación de ser el caso. Lo mágico de estos lenguajes y estilos es que rara vez son predecibles y nunca son iguales. Las creaciones del hombre se parecen a él. Según las palabras del científico neurólogo Robert Sapolsky:

“La naturaleza de nuestra naturaleza (humana) es no estar particularmente restringidos por ella.”


Resulta una tarea retadora y refrescante, querer indagar en lo que el creador de esa cinta buscaba dejarle al mundo. Raramente existe la casualidad: en la vida y en una historia bien escrita. Así, el buscar entender estas mentes maestras del caos y el orden oculto de las cosas me hacen valorar al cine como algo más allá del entretenimiento y el ocio. Este como cualquier otro medio comunicativo está en constante evolución y revolución, encontrando nuevas formas de contar historias, educar y realizar conexiones con el espectador. Así, ver y consumir el arte en todas sus épocas, orígenes y géneros puede culminar en una experiencia muy completa y enriquecedora. De esta manera comparamos el hoy con el ayer gracias a las constancias que se dejaron sobre la representación de aquellos tiempos. Como amante del género de historia e historia-fantasía, al realizar mis recomendaciones en El Ojo Cinéfilo por lo general tengo la intención de dejar un mensaje muy claro: quien no conoce su historia está condenado a repetirla.



Como escritora me gusta crear y compartir mis propias historias e ideas, pero también me gusta codificar e interpretar desde mi conocimiento, experiencia y estructura mental, los mensajes que ha dejado esta expresión artística a lo largo del tiempo con sus respectivos símbolos para así emitir un juicio personal y/o una retroalimentación con una “pluma” de estos tiempos. Veo y escucho con el fin de comprender, y luego (de ser necesario) contestar a ello. Hay ideas en el cine y la literatura que están hechas con un fin meramente expositivo y apreciativo por lo que son, sin emitir ningún tipo de juicio más que valorar la belleza y significado que supone. Por otro lado, hay otras que serían casi un pecado no “desmenuzar” y dialogar. Ideas que fueron creadas para cuestionarse y (sobre todo) cuestionarnos a nosotros mismos. El científico Emerson W. Pugh tiene razón cuando afirma que:


“Si la mente humana fuera tan simple como para que pudiésemos entenderla, seríamos tan simples que no lo entenderíamos.”


Si de por sí es interesante escuchar y leer a un crítico conocedor en su área, puede volverse sumamente cautivador cuando se trata de un crítico que se autodenomina un idealista implacable, pero a la vez abierto a deconstruirse a sí mismo de ser necesario. Por esta razón he decidido desde hace tiempo hablar sobre cine como crítico pero también como un romántico por el significado que este tiene en mi vida y por el significado que puedo generar en otros. Aunque los tecnicismos son importantes, es la interpretación de cada espectador y cómo los marca estas obras maestras atemporales, lo que más importa. El proceso de cómo funciona el cine no termina con los créditos de la película: somos nosotros los que completamos el relato dentro de nuestras propias mentes y espacios psicológicos. 


"V for Vendetta" by brimfulofsasha is licensed under CC BY-NC-SA 2.0


Aunque pueda existir una aparentemente clara finalidad detrás de una obra pensada para el agrado de las masas, siempre tendrá ese carácter subjetivo que permite que cada persona viva esa experiencia de forma única. Y qué mejor que expresarlas con otros. Termino esta idea citando una de mis películas favoritas de todos los tiempos, Before Sunrise:


“Si hay algún tipo de magia en este mundo, debe ser el intento de entender a alguien, compartir algo.”


Se dice que el hombre es sus principios, ya que estos son los que toman las riendas de su vida. Considerando esto, es impresionante cómo las películas y las series pueden hacernos simpatizar todavía más con ellos al igual que tener la sensación de que hay personas allá afuera que creen en las mismas cosas que nosotros, que tienen una esperanza de cambio y fe en la humanidad. Y esta es más que nada, la principal razón por la que decidí manifestar los míos por medio de los análisis y las recomendaciones de películas que me gustan. Existirán personas que me tachen de radical al hacer la siguiente afirmación, pero yo no creo que el cine sea ni será ajeno a la neurociencia jamás. Está al servicio de la creación cinematográfica para ser capaz de representar de la manera lógica y acertada posible, la complejidad de la mente y actuar humano como dijimos. Me encanta la forma en la que el actor David Zayas lo explica:


"El cine es un reflejo de la sociedad que luego se traslada al cine".


Lo entiendo y me gusta como respuesta a una necesidad y deseo del ser humano en aprender sobre sí mismo de una manera más estimulante viendo a otros. También de identificarse o proyectarse con esas historias y personajes orgánicos para sentirse comprendidos y acompañados en sus propias realidades. Incluso, de obtener respuestas o conocer modelos a los cuales poder aspirar. Así somos los seres humanos, tenemos una necesidad innata de tener metas en la vida, dar sentido a nuestra existencia, de conocer y de ser… Ser “más”. Y si podemos entendernos a nosotros, podemos ser capaces de explicar y tratar de poner en palabras muchas ideas, pensamientos y emociones que a veces nos cuestan trabajo. Una vez hecho esto, será sencillo saber en donde estamos y en donde queremos estar. En otras palabras, lograr transformarnos y a nuestro entorno. 



Ese es el poder del arte en todas sus formas… Nos hace conscientes de la realidad a través de conectar con nuestra humanidad. Incluso, tiene el poder de sacarnos de nuestra zona de confort todos los días si somos lo suficientemente perspicaces, sagaces e intuitivos. Eso da pauta a un cuestionamiento interesante, ¿Si el cine puede cambiar a las personas, podría entonces cambiar nuestra sociedad? Cierro con la frase del director y guionista Robert Zemeckis:


“El cine puede cambiar el mundo, y es necesario que lo intentemos.”


Comentarios

  1. ¡Wow! Me gusta mucho el respeto y cariño con el que tratas el arte del cine, en definitiva puedo notar lo mucho que te apasiona. Yo también considero que el potencial del cine y el arte para cambiar el mundo es simplemente infinito. Muchas gracias por tan bonita publicación

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