Un perro andaluz (1929), de Luis Buñuel
“Que no conozca el significado de mi arte, no significa que no lo tenga”.
- Salvador Dalí
El mismo año en el que el poeta francés André Breton, fundador del movimiento, publicaba el Segundo Manifiesto Surrealista, Luis Buñuel mostraba en París este cortometraje que concibió junto a Salvador Dalí a partir de la convergencia de dos sueños de uno y otro (Buñuel soñó con una navaja que seccionaba un ojo y Dalí con hormigas que recorrían sus manos).
Aunque se han vertido ríos de tinta intentando descifrar su significado, Un perro andaluz, que en principio iba a titularse El marista en la ballesta o Es peligroso asomarse al interior, como obra puramente perteneciente al surrealismo, carece del mismo. El propio Buñuel señaló que él y Dalí coescribieron el guión en menos de una semana siguiendo una regla muy simple: “no aceptar idea ni imagen que pudiera dar lugar a una explicación racional, psicológica o culturarl”.
Hay a lo largo de sus dieciséis minutos de metraje, constantes alusiones a la muerte, la decrepitud o al deseo sexual, pero en ningún caso puede extraerse una interpretación conjunta, del mismo modo que un sueño no puede ser explicado con las herramientas de la razón. Precisamente, aceptando esa ausencia de significado, si se apela a la lógica del raciocinio, es cuando más y mejor se disfruta de esta obra repleta de imágenes con enorme poder de sugestión: como aquella escena, una de las más iconográficas y crudas desde la invención del cinematógrafo, en la que un individuo interpretado por el mismo Buñuel, tras afilar con esmero una navaja de afeitar, secciona el ojo de una joven (Simone Mareuil) en una terraza. El paralelismo que se establece entre la nube que atraviesa la luna, con la navaja que secciona el ojo de la joven (en realidad era el ojo de una vaca), se mantiene como una de las transiciones más impactantes de la historia del medio.
Un chien andalou no posee una trama como tal, ni se atiene a un tiempo o a un espacio determinados: todo pende del hilo de un subconsciente que no entiende de reglas espaciotemporales. Destaca el uso que Buñuel hace de los planos detalle (el comentado ojo sesgado o la mano con un agujero del que salen hormigas), así como el ralentí, los fundidos encadenados y las sobreimpresiones de imágenes para favorecer la sensación de irrealidad. Hoy en día, el valor de esta revolucionaria obra, principal referente del surrealismo cinematográfico, resulta incalculable.
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